Paul Valéry : Oda al jazmín.





Son piedras engastadas en mi pecho tus ojos,
los luminosos trazos de sus vagas miradas
trizan con fuegos vivos mi noche pensativa,
oh Presencia inmanente, oh Tú por todas partes,
Tú que estás rodeada por tan dulce ribera
que vivir sin ti un día me lo vuelve de hierro,
que me abruma su peso que mi suspiro expulsa
y que termina en siglo cabal en el infierno…
Mientras en torno a mí cuanto vive me irrita
y la obra misma en mí es un sueño importuno,
huyo hacia ti, hacia Ti, como un pájaro anida,
y obedece mi alma a tu secreto aroma,
y respiro en espíritu la habitación más tierna,
donde en sábanas puras, con flores, junto al fuego,
la potencia de amor que en tus miembros anhela
con tu amada sonrisa acogerá mi ruego.
Devoro pues la ruta, vuelo hacia la delicia,
mis pasos eliminan los preciosos peldaños
que llevan al umbral de tu sedoso cáliz
mi sed por encontrar tus verdaderos ojos.
Cansada está mi espera de amor de andar fingiéndolos;
beberlos y cerrarlos quiero, y ver cómo se abren
dulcemente otra vez cuando el exceso de la dicha de unirnos
nos permita sonreír a tu estremecimiento.


Traducción: Jesús Munárriz

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