Jorge Luis Borges,1921. |
Los
ponientes y las generaciones.
Los
días y ninguno fue el primero.
La
frescura del agua en la garganta
de
Adán. El ordenado Paraíso.
El
ojo descifrando la tiniebla.
El
amor de los lobos en el alba.
La
palabra. El hexámetro. El espejo.
La
Torre de Babel y la soberbia.
La
luna que miraban los caldeos.
Las
arenas innúmeras del Ganges.
Chuang-Tzu
y la mariposa que lo sueña.
Las
manzanas de oro de las islas.
Los
pasos del errante laberinto.
El
infinito lienzo de Penélope.
El
tiempo circular de los estoicos.
La
moneda en la boca del que ha muerto.
El
peso de la espada en la balanza.
Cada
gota de agua en la clepsidra.
Las
águilas, los fastos, las legiones.
César
en la mañana de Farsalia.
La
sombra de las cruces en la tierra.
El
ajedrez y el álgebra del persa.
Los
rastros de las largas migraciones.
La
conquista de reinos por la espada.
La
brújula incesante. El mar abierto.
El
eco del reloj en la memoria.
El
rey ajusticiado por el hacha.
El
polvo incalculable que fue ejércitos.
La
voz del ruiseñor en Dinamarca.
La
escrupulosa línea del calígrafo.
El
rostro del suicida en el espejo.
El
naipe del tahúr. El oro ávido.
Las
formas de la nube en el desierto.
Cada
arabesco del calidoscopio.
Cada
remordimiento y cada lágrima.
Se
precisaron todas esas cosas
para
que nuestras manos se encontraran.
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