Joseph Geefs (1942). |
Eco del cielo, sagrado corazón, ¿por qué,
di, por qué, enmudeces entre los vivientes?
Oh libre, ¿es que duermes eternamente desterrado
por los impíos a la noche inferior?
¿Es que ya no vela como antes la luz del éter,
y no florece la vieja madre tierra?
¿Ya no ejercen el espíritu, ni el amor sonriente,
su derecho de acá para allá?
¡Solo faltas tú! Con todo, te invocan los celestes,
y te sopla, como en una campiña asolada,
el aliento moldeador y silencioso de la naturaleza
que todo lo despeja y anima.
Oh esperanza, pronto dejarán de cantar solos
los bosques la alabanza de la vida, pues llega la hora
de que el alma más bella se
proclame de nuevo
Traducción: Eduardo Gil Bera
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