Tu canción se ha insinuado en
mis adentros
una tarde, cuando,
aun cerrada con cuidado, la
ventana del alma
se había abierto al viento,
ignorante de que te oiría
cantar.
Tu melodía ha impregnado toda
la casa,
las cajas, los cofres, las
alfombras,
con un perfume sonoro. He aquí
que han saltado los cerrojos
y el santuario ha quedado
abierto.
Tal vez nada habría sucedido
si, a la vez que el canto,
no hubiera llegado a hurgar tu
dedito
buscando mirlos en las teclas
del piano,
ni hubiera tenido tu cuerpo tan
cerca de mí
Con el trueno, hasta las nubes
se han derrumbado
dentro de la habitación del
universo cerrado.
La tormenta ha traído a las
grullas,
a las abejas, también las
hojas… Son
muy frágiles las vigas, como
pétalos de flor.
¿Por qué cantaste? ¿Por qué te
escuché?
Te has fundido dentro de mí,
transparente,
inseparables ya los dos en lo
alto.
Yo venía desde arriba; tú
llegabas desde abajo.
Tú venías de la vida; yo
llegaba de la muerte.
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