Else Lasker-Schüler: ¡Viva!



Mi deseo hierve en la nostalgia de mi sangre
como vino salvaje que arde entre pétalos de
fuego.
Quisiera que tú y yo, nosotros, fuéramos una
fuerza,
que fuéramos de una sangre
y una consumación, una pasión,
¡Una ardiente canción de amor de los mundos!

Quisiera que tú y yo, nosotros, nos
ramificáramos,
cuando -loco de sol- el día de verano clama por
la lluvia
¡y nubes de tormenta estallan en el aire!
Y que toda vida fuera nuestra;
que arrancáramos a la misma muerte de su
tumba
y que nos regocijáramos por su silencio.
Quisiera que -desde nuestro abismo- se eleven
masas
-como rocas- una tras otra y desemboquen
en una cumbre, ¡inalcanzablemente lejana!
Que abarcáramos por completo el corazón del
cielo
y que nos encontremos en cada brisa
¡y que deslumbráramos toda eternidad!

Un día de celebración en el que murmuraremos
uno en el otro,
en el que -nosotros dos- nos precipitaremos
uno en el otro,
como fuentes que manan desde la escarpada
altura rocosa
en olas que escuchen el propio canto
y -de pronto- caigan rugiendo y confluyan

¡en inseparables manadas de aguas salvajes!

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