viene
del mar, desnuda, con los brazos en cruz
y
la flor de los labios abierta para el beso
y
en la piel refulgente el polen de la luz.
Una
hermosa mujer, los senos en reposo
y
caliente de sol, nada más se precisa.
El
vientre terso, el pelo húmedo y una sonrisa
en
la flor de los labios, abierta para el gozo.
Una
mujer al sol sobre quien yo me arroje
y
a quien beba y me muerda y con quien me lamente,
y
que al someterse se enfurezca y solloce,
e
intente rechazarme, y que al sentirme ausente
me
busque nuevamente y se quede a dormir
cuando
yo, apaciguado, me disponga a partir.
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