¿Cómo
sujetar mi alma para
que
no roce la tuya?
¿Cómo
debo elevarla
hasta
las otras cosas, sobre ti?
Quisiera
cobijarla bajo cualquier objeto perdido,
en
un rincón extraño y mudo
donde
tu estremecimiento no pudiese esparcirse.
Pero
todo aquello que tocamos, tú y yo,
nos
une, como un golpe de arco,
que
una sola voz arranca de dos cuerdas.
¿En
qué instrumento nos tensaron?
¿Y
qué mano nos pulsa formando ese sonido?
¡Oh,
dulce canto!
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