¡Nuevamente las palomas de San Marcos!
Queda está la plaza, reposa la mañana.
En un dulce frescor despreocupado, lanzo mis cantos
como palomas que vuelan hacia el cielo azulado
y luego las atraigo,
para colgar una rima más en su plumaje.
¡Oh mi dicha, mi dicha!
Serena techumbre celestial, de azulada luz, de seda,
cómo te extiendes amparando la construcción multicolor
que yo —¿qué digo?— amo, temo, envidio…
¡En verdad, con gusto libaría su alma!
—¿Se la devolvería alguna vez?—
¡No, tranquilízate, maravilla de los ojos!
¡Oh mi dicha, mi dicha!
Rígida torre, ¡con qué leonino impulso
te elevas aquí, vencedora sin esfuerzo!
La plaza llenas con el profundo son de tus campanas:
¿Es acaso francés tu accent aigu?
Si como tú, aquí permaneciera,
sabría por qué sedoso imperativo…
¡Oh mi dicha, mi dicha!
¡Vete, música, vete! ¡Deja que las sombras se espesen
y crezcan hasta ser bruñida y tibia noche!
Es demasiado pronto para tu son, aún no brillan
los ornamentos de oro con la magnificencia de las rosas,
resta mucho día aún,
para hacer versos, deambular y musitar a solas
¡Oh mi dicha, mi dicha!
Traducción: Guillermo Teodoro Schuster & Juan Carlos
Prieto Cané
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