Grabado atribuido a Durero. |
Nunca tan gran poder llegó a la
tierra que no encontrara a tiempo
su final, cuando le llegó su plazo
y su hora.
DEL FINAL DE PODER
Aún se encuentran innumerables necios
que confían en su poder, como si fuera a mantenerse eternamente en pie, cuando
lo que hace es derretirse como la nieve. Julio, el Emperador, era suficientemente
rico, poderoso y avisado en sus sentidos antes de que tomara por la fuerza y gobernara
el Imperio Romano. Cuando tomó el cetro, se le acumularon la preocupación y el miedo,
y ya no era tan juicioso en el consejo: por ello murió apuñalado. Darío tenía
un país grande y poderoso, y habría permanecido allí sin escarnio y conservado
bienes y honra, pero, al querer buscar más y tener lo que no era suyo, perdió,
con lo ajeno, también lo propio. Jerjes llevó a Grecia tanta gente de su pueblo
como la arena del mar, el mar la cubrió de barcos, quería tener atemorizado al
mundo entero. Pero ¿qué beneficio sacó de ello? Atacó a Atenas cruelmente, como
el león ataca al pollo, y, sin embargo, huyó como las liebres. El rey
Nabucodonosor, al sonreírle la fortuna más que antes y vencer a Arfaxad, quiso
poseer todos los países y se propuso conseguir un poder divino; pero fue
convertido en un animal.
De más podría contaros fácilmente, en el Antiguo y
Nuevo Testamento, pero me parece que no es necesario. Muy pocos murieron en paz o perecieron en su cama, sin que se les
asesinara. Por ello, tenedlo presente todos vosotros, poderosos: estáis
sentados, en verdad, en la rueda de la fortuna. Sed sabios y pensad en el
final, que Dios no os dé vuelta a la rueda. Temed al Señor y servidle. Si cae
sobre vosotros su cólera y su ira, que pronto se encenderán sobremanera, no
permanecerá ya vuestro poder y os desvaneceréis con él. La rueda de Ixión nunca
se para, pues gira por pequeños vientos. ¡Feliz el que sólo en Dios confía! Cae
y no queda a lo alto la piedra que, con tribulación y tormento, hace rodar Sísifo, el necio, hacia la cima
del monte. La dicha y el poder no duran muchos años, pues, según el proverbio y el dicho de
los antiguos, la desgracia y el cabello crecen todos los días.
El poder injusto declina completamente,
como muestran Jezabel y Acab. Aunque un señor no tenga ningún enemigo, debe
cuidarse de su servidumbre y, a veces, de sus amigos más íntimos: lo matarán
por su poder. Zimri persiguió el reino de su señor y cometió con éste un
crimen, y fue señor por siete días. Alejandro sojuzgó el mundo entero: un
sirviente lo mató con un bebedizo.
Darío huyó y estaba libre de peligro:
Besso, su siervo, lo asesinó. Así se acaba el poder: Ciro bebió su propia
sangre. Ningún poder sobre la tierra llegó nunca tan alto que no encontrara con
aflicciones su final. Nunca nadie tuvo tan poderosos amigos que le pudieran
prometer un día y que estaría seguro un instante de que tendría
poder y fortuna. Lo que el mundo tiene en más alto aprecio, a la postre se
acibara. El que se vanagloria de mantenerse arriba, mire que no caiga en la arena, que no reciba daño, escarnio y
deshonra.
Gran necedad hay cuando grande es el
poder, pues raramente se le mantiene mucho tiempo. Y,si examino todos los
imperios hasta hoy, Asiria, medos, persas, Macedonia y Grecia; Cartago y el Estado
de los romanos, todo ello ha tenido su final: el Imperio Romano permanecerá
mientras Dios quiera; Dios le ha fijado su tiempo y medida; que Él nos conceda
que se engrandezca aún tanto, que toda la tierra le esté sometida, como es de
justicia y de ley.
Edición: Antonio Regales Serna.
Lámina
56
1494.
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