La más clara alegría
es el cese de un gran
sufrimiento.
Cuando la campana de hierro se
quita de la cabeza,
cuando el clamoroso choque se
apacigua en los
nervios,
cuando el cuerpo se desliza
libre
como la carnada del anzuelo
y el pútrido aire de la ciudad
empieza a bullir en los
pulmones.
La luz resbala en miel sobre
los ojos.
El austero techo se vuelve
merengue.
El cuerpo se desenreda, se
despliega
prodigiosamente vacío como un
lirio.
Respirar es bailar.
Muda y enteramente
como la albahaca en la ventana
levanto la nariz al sol.
Traducción: Beth Miller
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