El arte
—y en eso consiste su existencia paradójica— tiene su hogar en lo inhóspito.
Las imágenes poéticas son figuraciones en un sentido privilegiado, como formas
introducidas. Son «imaginaciones (resultado de meter algo en imágenes), incrustaciones
en las que se puede avistar lo extraño en el aspecto de lo familiar». La poesía
le es inherente una oscuridad.
La
poesía da testimonio de la presencia de lo ajeno que se custodia en ella. Es la
«oscuridad congénita, la oscuridad adherida a la poesía en función de que se
produzca un encuentro». La figuración poética que introduce formas, la imaginación
poética configura lo ajeno dentro de lo igual. Cuando lo ajeno no se incluye,
entonces se prosigue con lo igual. En el infierno de lo igual la imaginación
poética está muerta. Peter Handke se refiere a Celan cuando anota: «La gran imaginación…
pasa de largo, pero se encarga de las inclusiones capaces de ser eliminadas». A
causa de las inclusiones que hace de lo ajeno, la imaginación desestabiliza lo
igual, la identidad del nombre: «La imaginación me penetra , me transforma en nadie
y me convierte en hablante ».El poeta como
hablante anónimo, como si no fuera nadie, habla en el nombre del otro, de lo
totalmente distinto.
El arte
presupone la transcendencia de sí mismo. Quien tiene en mente el arte, se ha
olvidado de sí mismo. El arte crea una «lejanía del yo». Olvidado de sí mismo,
se dirige hacia lo inhóspito y extraño: «Tal vez —solo pregunto—, tal vez la
poesía, como el arte, se dirige, con un yo olvidado de sí mismo, hacia aquello
insólito y extraño».
Hoy ya
no vivimos poéticamente en la tierra. Nos acondicionamos en la zona digital,
donde nos sentimos a gusto. Somos cualquier otra cosa que anónimos u olvidados
de nosotros mismos. La red digital habitada por el ego ha perdido por completo todo
lo ajeno, todo lo inhóspito. El orden digital no es poético. Dentro de él nos
movemos en el espacio numérico de lo igual.
La
hipercomunicación actual reprime los espacios libres de silencio y de soledad,
que son los únicos en los que sería posible decir cosas que realmente merecieran
ser dichas. Reprime el lenguaje, del que forma parte esencial el silencio. El lenguaje
se eleva desde un silencio. Sin silencio, el lenguaje ya es ruido. A la poesía
—dice Celán— le es inherente una «fuerte propensión a enmudecer». El ruido de
la comunicación vuelve imposible estar a la escucha. En cuanto principio
poético, la naturaleza solo se descubre gracias a la pasividad primordial que
implica estar a la escucha:
Sobre
esa frase de Hiperión que se repite en vista de la naturaleza «Todo mi ser
enmudece y está a la escucha»: en efecto, el ser que enmudece tiene que ver con
la actitud de «estar a la escucha», y no con «mirar».
El
escritor francés Michel Butor constata una crisis contemporánea de la
literatura y la concibe como una crisis del espíritu: Hace diez o veinte años que
ya no sucede casi nada en la literatura. Hay un aluvión de publicaciones, pero
un parón intelectual. La causa es una crisis de comunicación. Los nuevos medios
de comunicación son admirables, pero causan un ruido tremendo. Hoy, la voz silenciosa
del otro zozobra en el ruido de lo igual. En último término, la crisis de la literatura
se explica en función de la expulsión de lo distinto.
La
poesía y el arte están de camino a lo distinto. Su rasgo esencial son las
ansias de lo distinto. En su discurso «El meridiano», Celan refiere la poesía
expresamente al otro: Pienso […] que desde antaño siempre pertenece a las
esperanzas del poema […] hablar […] en nombre de una causa ajena […] quién sabe
si de otro totalmente Otro. El poema solo acontece en el encuentro con otro,en el
misterio del encuentro, en presencia de un prójimo que esté enfrente: El poema
quiere ir hacia algo Otro, necesita ese Otro, necesita un interlocutor. Se lo
busca, se lo asigna. Cada cosa, cada hombre es para el poema que mantiene el
rumbo hacia ese Otro una forma de ese Otro.
No solo
todo hombre, también toda cosa es un prójimo que está enfrente. El poema llama
también a una cosa, se la encuentra en lo que ella tiene de alteridad y entabla
una relación dialógica con ella.
Al
poema todo se le manifiesta como un tú.
Del
libro “La expulsión de lo distinto”. Pensamiento Herder
Traducción:
Alberto Ciria.
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