No sé si entre rocas tu pálido
rostro se me apareció, o
sonrisa
de lejanías ignoradas
fuiste, pendiente de marfil
frente fulgente oh joven
hermana de la Gioconda:
oh de las primaveras
muertas, por tu mítica palidez
oh reina oh reina adolescente:
mas por tu desconocido poema
de placer y dolor
música niña exangüe,
marcado con una línea de sangre
en el círculo de los labio
sinuosos,
reina de la mediodía:
mas por la virgen cabeza
inclinada, yo poeta nocturno
velé las estrellas vivas en los
mares del cielo,
yo por tu dulce misterio
yo por ponerte taciturna.
No sé si la pálida llama
fue de los cabellos el viviente
signo de tu palidez,
no sé si fue un dulce vapor,
dulce sobre mi dolor,
sonrisa de un rostro nocturno:
miro las blancas rocas los
mudos manantiales de los vientos
y la inmovilidad de los
firmamentos
y los henchidos arroyos que van
llorando
y las sombras del trabajo
humano encorvadas allá en las colinas heladas
y aún por tiernos cielos
lejanas claras sombras fluyentes
y aún te llamo te llamo
Quimera.
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