Por entretenernos leíamos un
día
de Lancelote, cómo el amor lo
oprimiera;
estábamos solos, y sin sospecha
alguna.
Muchas veces los ojos túvonos
suspensos
la lectura, y descolorido el
rostro:
mas sólo un punto nos dejó
vencidos.
Cuando leímos que la deseada
risa
besada fue por tal amante,
este que nunca de mí se había
apartado
temblando entero me besó en la
boca:
el libro fue y su autor, para
nos Galeoto,
y desde entonces no más ya no
leímos.
Canto V del Infierno de
Dante Alighieri.
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