Antes me parecía hermoso vivir
el frío
y una viva caricia para mí era
el frescor,
me gustaba lo amargo, y era
como
si pudiese seguir con mis
caprichos
incluso en un banquete de
tinieblas.
Alegría sacaba de frío
manantial,
y aquella vastedad la dio la
nada.
De la tiniebla natural,
maravillosamente,
se destacó una extraña
claridad. ¿Por mucho tiempo?
Apenas.
Pero yo, amigo mío, salí
adelante.
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