El
poniente implacable en esplendores
quebró
a filo de espada las distancias.
Suave
como un sauzal está la noche.
Rojos
chisporrotean
los
remolinos de las bruscas hogueras;
leña
sacrificada
que
se desangra en altas llamaradas,
bandera
viva y ciega travesura.
La
sombra es apacible como una lejanía;
hoy
las calles recuerdan
que
fueron campo un día.
Toda
la santa noche la soledad rezando
su
rosario de estrellas desparramadas.
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