Yo he nacido en tu
corazón.
Un domingo -con veinte
años-
tú me enseñaste a hacer
equilibrio
sobre nubes;
tú trajiste a mis ojos
las lágrimas de la
bienaventuranza;
tú me ordenaste abrir
las puertas
al ángel con las alas
manchadas
y al asesino de la
medianoche
para pedir perdón.
Tú me enseñaste el
éxtasis
delante del guijarro
-cargado con duración-,
delante de la maleza del
muladar;
tú ensayaste conmigo la
canción a dos voces:
el aria del amor a
prueba de fuego
y que resiste a todo
incendio...
pero la muerte la ha
chamuscado
y yo me derrumbo bajo el
peso
de la aflicción de
plomo.
Sí; tú que me trajiste
al mundo,
¡ayúdame a emigrar al
cielo!
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