Seascape at Saintes-Maries-Vincent Van Gogh. |
Tengo
ansias de espuma. Tumultuosa, que venga
con
torrencial dulzura hasta la playa amarga
aún
sin enjuagar seca y entumecida
de
su propia impaciencia. Si al cielo le abruma
ese
incesante verbo de un azul siempre igual,
tan
inarticulado, su intranquila quietud
envenena
las almas, que acaba por caer
en
una esterilidad angustiosa y precisa
hasta
desvanecerse: cuánto aún el mar debe
perfeccionar
entonces alterándose inquieto
este
aislamiento nuestro con la hostilidad suya.
La
camaradería amable de su amado
ahonda
nuestra envidia, mientras su indiferencia
nos
empuja al suicidio. Persistentes recuerdos
de
días esparcidos extreman su impaciencia
hasta
una pasajera rebelión y enfatizan
la
azarosa impotencia que siempre padecemos.
Mas
cuando, enloquecidas y adornadas de espuma,
se
nos lancen las olas con la ira del amor,
gimiendo
un nombre extraño, agitando al llegar
súplicas
reiteradas, en la euforia vivaz
de
un oscuro deseo, bien podremos entonces
olvidar
ese triste esplendor y jugar
a
gusto hasta el momento en que exijan los dioses
una
nueva, forzosa, desesperada calma,
y
la espuma se muera, y amainemos de nuevo
en
nuestra catalepsia, soñando con espuma
mientras
la arena seca aguarda otra marea.
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