Hay
una mente, una mente omnipresente
y
omnífica. Su nombre sagrado es el Amor.
¡Oh
verdad de sublime grandeza! Quien se nutre
sacia
con ella su alma constante, escapa
con
una bendición de este ínfimo mundo.
Es
lo más alto del hombre,
nuestra
meridiana majestad, sabernos
partes
de una maravillosa totalidad.
Esto
hermana al hombre y asienta
su
caridad y su conducta. Pero es Dios,
difundiéndose
en todo, quien hace todo una unidad.
Y
ésta es la peor superstición: desear algo
que
no sea Él mismo, suprema realidad (...)
Versión de Gabriel Insuasti
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