Eros y Psique.Antonio Canova. |
Psiqué,
hermana mía, escucha inmóvil, y tiembla.
La
dicha llega, nos toca y nos habla de rodillas.
Estrechémonos
las manos. Sé grave. Escucha aún... Nadie
es
más feliz esta noche, más divino que nosotros.
Una
ternura inmensa atrae entre las sombras
nuestros
ojos semi-cerrados. ¿Qué queda todavía
del
beso que se calma, del suspiro que se pierde?
La
vida ha dado la vuelta a nuestro áureo reloj de arena.
Esta
es nuestra hora eterna; eternamente grande.
La
hora que sobrevivirá al efímero amor
como
un velo impregnado de rosa y lavanda
conserva,
cien años después, la juventud de un día.
Más
tarde, hermosa mía, cuando noches ajenas
hayan
pasado sobre ti, que ya no me esperarás,
cuando
otros, acaso, amiga de las suaves manos,
celosos
de mi nombre, rozarán tus pies desnudos.
Acuérdate
de que un día vivimos los dos juntos
la
única hora en que los dioses conceden, un instante,
a
la cabeza inclinada, a la espalda temblorosa,
el
puro espíritu vital que huye con el tiempo.
Acuérdate
de que una noche, en nuestro lecho,
acariciándonos
con deseos ansiosos de unirse,
cambiamos
de boca a boca
la
perla imperecedera en la que duerme el recuerdo.
Versión
de L.S.
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