Por
ti, para que tú un día llegaras,
¿no
respiraba yo a media noche
el
flujo que ascendía de las noches?
Porque
esperaba, con magnificencias
casi
inagotables, saciar tu rostro
cuando
reposó una vez contra el mío
en
infinita suposición.
Silencioso
se hizo espacio en mis rasgos;
para
responder a tu gran mirada
se
espejaba, se ahondaba mi sangre.
¡Qué
expresión fue sembrada en mi interior
para
que, cuando crece tu sonrisa,
proyecte
sobre ti espacio cósmico!
Pero
tú no vienes, o vienes demasiado tarde.
Precipitaros, ángeles, sobre
este
linar
azul. ¡Segad, segad, oh ángeles!
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