Salones que cruzamos con
timidez,
un centenar de rostros
que desconocemos...
Con lentitud, una tras
otra,
las luces palidecen.
Allí cuando su brillo se
hace gris
cuando se ciega con el
atardecer,
un rostro me parece
familiar,
la memoria del amor
encuentra
conocidos los rostros
que antes fueron
extraños.
Oigo nombres de padres,
hermanos, camaradas,
así como de héroes, de
mujeres, poetas
que yo reverencié cuando
muchacho.
Pero ninguno de ellos
me concede siquiera una
mirada.
Como las llamas de una
vela
se desvanecen en la nada
dejan en el entristecido
corazón
sonidos de poemas
olvidados,
oscuridad, lamentos
en torno de los días ya
encauzados
en leyenda y en sueño
de una luz disfrutada
alguna vez.
Hermann Hesse.
Versión de Andrés
Holguín
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